CAÑÓN DEL ANTÍLOPE, NACIÓN NAVAJO: “EL LUGAR DONDE EL AGUA CORRE ENTRE LAS PIEDRAS"

9/1/202112 min read

Por la Malamañosa

I.

Nadie viene a sentarnos en este diner. No me ofendo. Mi hambre, que es peligrosa, puede más que este cliché. Yo misma soy mi ruta. Atravieso el Wait to be seated y busco nuestra mesa en el amplio salón. Tomo posesión, deposito en ella mis pertenencias y una mujer absolutamente desenmascarada, se nos acerca. Ofrece traer café. Ella es cordial, pero aquí está pasando algo. Observo bien mi alrededor y me encuentro con este corredor de la blancura y la obesidad, solo mi cómplice y yo desentonamos, y no sólo por el color de piel, que eso ya viene siendo secundario. Somos los únicos seres con mascarilla, como recomienda el CDC en lugares públicos cerrados.

II.

La cultura del pueblo Navajo se funda en su mitología sobre la creación. Diné Bahane, que en navajo significa historia de la gente, es una leyenda que cuenta cómo la tierra inició con el sagrado viento, “unas brumas de luz que ascendieron de la oscuridad para dar vida y propósito” a la inmensidad. Entonces aún no existía el ámbito físico de las personas pero sí el espiritual. Para los Navajo, hubo tres mundos menores antes del actual. El primer mundo lo habitaba “gente insecto”. Hasta el tercer mundo, los habitantes vivían un tiempo en paz pero luego comenzaban a luchar entre sí y se les expulsaba a un mundo nuevo. Ya en el cuarto mundo surgieron, de las espigas del maíz, la mujer y el hombre. Esta mitología de la creación es similar a la cristiana.

Las civilizaciones originarias tenían cosmologías, adoraban a un creador omnipotente o espíritu maestro, creían en entidades sobrenaturales menores, incluídos los dioses malignos que repartían desastres, sufrimiento y muerte. También creían en la inmortalidad del alma humana y en el más allá.

III.


Lo nuevo de la gente progre estadounidense es detenerse al inicio de cada panel de Zoom, a reconocer y nombrar las tribus indígenas que habitaron el lugar donde ellas, ellos y elles se encuentran en ese momento. En mis días más salvajes, les he dicho que no tengo que remitirme a la época precolombina para reconocer mi situación colonizada, explotada, vulnerada. Les digo que soy Fulana de Tal, puertorriqueña de Puerto Rico, la colonia más antigua del mundo. Ustedes tienen que nombrar a sus tribus originarias para reconocer su ascendencia colonialista. Yo, con tan solo nombrarme, logro lo mismo. Recuerdo ‘Mi vida es mi danza del sol’, ese libro de Leonard Peltier, líder sioux, prisionero político, de los libros más queridos de mi biblioteca. Nuestra vida es una danza de la resistencia contra nuestra propia extinción.

Pero no siempre voy salvaje por esos mundos de Zoom. Debo decir que las personas que luchan en Estados Unidos me enseñan mucho. Lo que sí es que hay algo que siempre me sienta raro en esa compulsión por la corrección política. Pero no es eso. Es algo más. Y es que la corrección política se nos queda corta. Cuando eres de un país sobreviviente de una historia interminable de violencia política, más que un signo de solidaridad e inclusión como se pretende, a veces la corrección tan solo acentúa todo lo espinoso que nos explota en la cara a diario sin nombrarse; aquello que existe y nos violenta y desposee a diario pero ni siquiera se menciona.

IV.

Siempre me quiero ir, y en esa inquietud ansiosa, no me detengo lo suficiente a pensar hacia dónde voy. Pero vas. Haces tu plan, malabares incluidos, recorres miles de millas de distancia en avión, en auto. Atiendes los avisos de cautela. Mira que esa área del país está mala. Mira que tú cuando vas allá vas a sitios civilizados como Nueva York, como California. Mira que no has viajado para allá desde antes de la pandemia, y las cosas han cambiado mucho. Mira que aquí los supremacistas pusieron a Trump en la presidencia y andan armados, iracundos e impunes. Cuidado con tal lugar, no pernoctes allí, no es bueno. Mejor esto, aquí, lo otro. Ante la duda, busca ciudades más grandes, hoteles frecuentados, no lugares de paso. Atraviesas todo ese discurso, sumado ahora al odio contra la ciencia y contra las tímidas personas enmascaradas en ese país.

V.

Llegas a tu destino. La Nación Navajo está ahí dentro, como si le arrancaras una superficie muy fina de piel a Arizona. Atravesar dos mundos al mismo tiempo: en un lado, los dones y señoras blancas, perennemente desenmascarados, que nos atienden con obstinación en hoteles, diners, tiendas. En el otro, los puestos de joyeras y artesanos navajo al pie de la carretera, los mercados y puestos de comida, las casas aisladas, empobrecidas, la ausencia evidente de servicios básicos.

El muchacho navajo, con su mascarilla, nos muestra el Cañón del Antílope, un paisaje natural insólito, caleidoscópico, desconcertante. Este lugar tiene que ser único en el mundo. En esta maravilla de cañón, pequeño, multicolor, “el lugar donde el agua corre entre las piedras”, él se toma el tiempo y el trabajo para revelarnos algo más que lo evidente, que ya de por sí es muchísimo. Nos muestra los detalles, cada formación extraordinaria y su leyenda, cada rincón expresivo, los lugares con la luz exacta, con el dibujo natural para la foto (“¿qué ves ahí?”, “mira ahí el león”, “fíjate que acá se forma un bisonte”, “no dejes de fotografiar el caballito de mar”). Nos lleva por las artes rupestres, por las historias y leyendas tremendas que se han forjado en este lugar desde hace poco menos de 200 millones de años. En el fondo, toda esta región de cañones y montañas rojas con capas de rocas y acantilados coloridos, es un registro espectacular de la historia de la Tierra, sus erosiones, sus tiempos.

No debo irme sin hacerle un par de preguntas a este chico tan simpático y abierto. No puedo venir de tan lejos a quedarme con mis dudas, pienso. Así que, con ese temor perenne de ser demasiado cantaletera y arriesgar cada experiencia con un trasunto político, le pregunto por lo bajo, como quien no quiere la cosa. El joven, que ha estado muy animado y contento, me responde sin mayor drama, pero también cambia levemente de registro. Me dice que cada vez menos personas de su comunidad hablan navajo, que la juventud habla primordialmente inglés. Conversamos brevemente sobre cómo su nación ha logrado mantener el control de este lugar tan rico e insólito. Entramos en calor cuando ya su tour está por terminar, y tiene otras personas que atender pero culmina nuestro intercambio diciéndome: “Lo que aquí llaman reservaciones indígenas, realmente son campos de concentración”.

Me reconozco en la naturalidad de su cambio de registro y el poco drama que asume, a pesar de la dureza de lo que acaba de decirme. Esa violencia es algo tan inherente que se lleva adentro, bajo una fina capa de piel que es fácil desprender.

Se despide de nuestro grupo con su sonrisa y el gozo de quien ha revelado grandes secretos de un trayecto formidable que tal vez nunca volveremos a ver, pero que nunca tampoco podremos olvidar.

VIAJE AL GRAN CAÑÓN POR LA VEGAS, UTAH Y ARIZONA: UN ITINERARIO CASI EXACTO

Por fin volvimos a salir del país, después de exactamente un año y medio. No puedo decir que haya sufrido de “fatiga de isla'' ese primer año y medio de la pandemia. He sufrido otras fatigas, por supuesto, pero no necesariamente la de Isla. Me sorprendió lo relativamente bien que llevé el confinamiento, con algunas excepciones. Trabajé como mula pero, desde que pude, me refugié en la playa y en el monte, así como en una bicicleta que conseguimos para pasear al aire libre. En la vida real (o sea, pre-COVID), uno de mis pasatiempos era buscar destinos interesantes y pasajes super baratos. Durante un año dejé de buscar. Mis horas en Google Flights migraron hacia Supermax Online (la pesa lo sabe). Obvio que ni me planteaba viajar. Pasaban los meses y yo ni abría los buscadores de pasajes ni pensaba a dónde sería mi próximo viaje ni cuándo ni cómo. Tal era mi indiferencia, que llegué a preguntarme si alguna vez volvería a sentir aquel deseo viejo, voraz, de irme.

Por fin me llegó el día. Fue una escapada improvisada con muy poco tiempo. Decidimos irnos una semana a ver el Gran Cañón del Colorado en Arizona. Llevábamos muchos años imaginando ese viaje. Pues bien. Tras un verano intenso en todos los sentidos, coronado por una pérdida familiar muy dolorosa, decidimos irnos. Un pasaje barato a Las Vegas, cortesía de mi suscripción a https://www.mochileando.com/ nos dio el último empujón. Así organizamos este viaje, uno de los más impresionantes que he hecho en la categoría de bellezas naturales:

Día 1: San Juan - Las Vegas

El vuelo a Las Vegas es larguísimo. Pero larguísimo. Nosotros no teníamos nada que buscar en Las Vegas pero, si tienen el tiempo, pueden aprovechar para ver algún espectáculo interesante. Tratamos de conseguir boletos para el Circo del Sol pero no había disponibles. Pero hay otros, dependiendo de la temporada. También Las Vegas tiene excelentes restaurantes (aunque según la investigación que hice, los mejores son extremadamente caros. Tipo $400 por una cena entre dos). No tuvimos suerte en ese aspecto pero realmente solo pasamos la primera y última noche allí y no alcanzamos a planificarlas.

Día 2: Zion National Park, Utah:

Salimos temprano en la mañana de Las Vegas y desayunamos ya en Utah, en un Black Bear Dinerlleno de gente sin mascarilla (prepárense porque esto es tierra de anti-maskers)pero muy decente y económico el desayuno (obviamente, el café es horrible… esa agua de piringa que ya ustedes conocerán pues es típica en EEUU).

Este parque nacional vale el viaje a la famosa cochinchina. Manejamos unas 2.5 horas desde Las Vegas y llegamos a este cañón de unos 2,000 pies de profundidad, que regala unas vistas y caminatas inolvidables. Zion está ubicado a lo largo del borde de la meseta de Colorado, una región grande y elevada que se extiende desde el centro de Utah hasta el norte de Arizona, e incluye parte de Colorado y Nuevo México. Desde hace más de 250 millones de años, las capas de roca en esta región se han estado levantando, inclinando y erosionando, hasta formar una serie de acantilados coloridos llamados Grand Staircase. Esta "escalera" presenta un registro espectacular de la historia de la Tierra desde hace casi 2 mil millones de años hasta hoy.

Aquí pueden leer más acerca de las formaciones geológicas de Zion.

En este parque estuvimos toda la tarde. Alcanzamos a hacer varias rutas de senderismo como los Upper and Lower Emerald Pool Trails y el Riverside Walk, todas rutas fáciles o moderadas. Caminamos mucho y llegamos hasta la zanja del cañón donde, por supuesto, debes estar preparada para mojarte los pies en un agua extremadamente fría.

Al salir de Zion, con el boleto de entrada al parque (de $30), puedes pasar un peaje en el auto hacia la ruta panorámica. Este paseo no debe perderse. Es cortito pero absolutamente imponente y hermoso.

En Zion hay un par de restorancitos. Nos detuvimos en uno mexicano a tomar una margarita y picar algo pero decidimos continuar el viaje y comer más adelante.

Les recomiendo parar a comer o incluso, si tienen el tiempo, visitar Kanab entre medio de Zion y Page. No nos detuvimos pero se veía que era un pueblo interesante y en ese enlace que les puse pueden encontrar actividades que hacer allí.

Nosotros seguimos a Page, donde pasamos la noche.

Page es uno de esos pueblos sin gracia alguna de tantos en Estados Unidos. Pero nos quedamos ahí, en un hotel bastante genérico, para poder visitar Horseshoe Bend al amanecer y, posteriormente, Antelope Canyon, en la Nación Navajo. ¡Ambos son imperdibles! Hay que verlos, lugares muy impresionantes.

Día 3: Salida del sol en Horseshoe Bend, 6:00AM

Llegamos a Horseshoe Bend poco antes de las 6:00 de la mañana y caminamos hasta el mirador frente al cañón, que es parte del Río Colorado. A esa hora es perfecta la visita. No hay mucha gente. Es un cañón pequeño y se ve desde arriba, completo. Me parecía estar en otro planeta.

10:00AM: Antelope Canyon

Este lugar tiene que ser único en el mundo. Tiene 120 pies de profundidad y entre 8 y 60 millones de años. Surgió de la erosión provocada por inundaciones repentinas en monsoon season.

Se va en grupo. Es decir, hay que reservar la visita. Nosotros lo hicimos vía Expedia.

En la Nación Navajo fue donde único vimos reglas para el uso responsable de la mascarilla. En toda la región de nuestro viaje, desde Utah hasta Nevada, la mayor parte de la gente no utilizaba la mascarilla y hasta te miraban mal si tú la usabas. Fuimos incluso a varios restaurantes donde los meseros y meseras no usaban la mascarilla. Fue espantoso y freaky! Evidenciar la absoluta ignorancia, arrogancia y temeridad de tantos estadounidenses, especialmente la gente blanca, es una experiencia terrorífica. Por suerte, aparte de estar vacunados, tuvimos muy poca interacción con la gente. Casi todo el viaje fue al aire libre.

Al salir del Cañón Antílope, paramos en un supermercado a hacer la compra del Gran Cañón y partimos.

6:00 PM - Puesta del sol en el Gran Cañón - Ver esta puesta del sol es imperdible.

Día 4: El Gran Cañón

De Antelope, nos fuimos finalmente a la zona del Gran Cañón y llegamos justo para la puesta del sol, un evento memorable que mucha gente no quiere perderse. Yo pude haberme regresado después de ese pedazo de tarde que pasamos allí viendo aquel escenario de la inmensidad.

Ninguna foto le hace justicia a lo que se avecina en esta parte del mundo. Pasado el pequeño pero inaudito cañón del Antílope, no se sospecha la escala de esta secuencia de maravillas hasta que se llega al pie del Gran Cañón del Río Colorado. 277 millas de extensión. Puerto Rico cabe casi tres veces sólo a lo largo.

Nosotros fuimos al South Rim. El norte es lejos, como 4-5 horas en carro desde el sur. El sur es más grande. Luego también está la opción de bajar el Cañón o mantenerse arriba... Nosotros no bajamos porque no tuvimos tiempo. Se puede bajar pero hay que acampar allá abajo un día al menos. Merece la pena pero lo dejamos para la próxima ocasión.

¿Dónde nos hospedamos?

En este Tiny House, en Williams. Es para dos personas. Bello! Nos encantó.

Para quedarse hay dos opciones: justo dentro del Cañón hay unas cabañas. Si son un grupo y consiguen ahí, tal vez les merezca la pena porque aunque son más caras, son varias personas. Justo fuera del Cañón también hay unos lodges/hotelitos. A mí no me parecieron nada interesantes pero están cerca.

Luego está el área circundante, como a media hora, un área completamente off the grid (todo es solar)donde se alquilan trailers pero bien lindos y bien montaditos, tiny houses (como la nuestra) y también hay un par de casitas, como cabañitas, no muchas, creo. Es hermoso porque de noche las noches son estrelladas. A mí me encantó quedarme allí. Llevamos cosas de picar, nuestro vinito y nos sentábamos PM, cansadísimos del día, que empezaba a las 5:00AM, a ver la noche. Pueden buscar en Airbnb bajo Grand Canyon o Williams, Arizona.

-Al Gran Cañón le dedicamos unos 2 días.

OJO: Si van en pleno verano, el calor es tan brutal que dicen que no se recomienda caminarlo entre 10:00-11:00 AM y 3:00-4:00 PM… Nosotros fuimos en septiembre 10 y tuvimos buena temperatura, pudimos caminar todo el día.

-Cenamos una noche en el pueblito de Williams, que es el pueblo de donde salía originalmente la famosa Ruta 66. Está chévere para comer, es mono, con sus tienditas, restaurantes, breweries, etc… Pero de nuevo… es gringo y gringo gone bad. Unmasked crazy people.

Día 5: El Gran Cañón - Nos levantamos a las 5:00AM para estar temprano en el Cañón y pasamos todo el día allí caminando por las veredas. Es importante llevar protección solar (bloqueador, gorra, capa por si llueve o algún suéter por si cambia la temperatura), agua, meriendas. Hay lugares donde comer y comprar cosas pero no están por todas partes. El lugar es grande y, si quieres verlo completo, seguramente tomarás los buses dentro del parque para ir de un lado a otro.

Día 6: Sedona

VIsitamos nuevamente el Gran Cañón en la mañana y luego nos fuimos a Sedona (de camino a Sedona paramos en Flagstaff a almorzar con nuestros amigos Rima y José Luis).

Sedona es bello pero gringo.

Algunos sitios en Sedona o cerca:

  • Trails Red Rock (Senderismo)

  • Hay baños termales. Pueden buscar. Hay en muchos hoteles. Nosotros no fuimos porque estaba caluroso, más bien queríamos piscina y fue buena idea buscar hotel con piscina porque el calor es brutal.

  • Winery Jacovina tasting room (el vino no es la gran cosa pero nosotros por averiguaos fuimos e hicimos un tasting y estuvo chévere. Hay otros wineries para escoger.

  • Cottonwood es un pueblo bonito. Queda como a 30 minutos de Sedona. Con tienditas, cafés, etc. Mereció la pena. Fuimos por este restaurante italiano del que habíamos leído y que nos gustó mucho.

De Sedona (donde estuvimos dos noches) nos fuimos de regreso a Las Vegas, haciendo una parada en Hoover Dam, una represa que es una obra super importante de la ingeniería y el manejo del agua así que a Art le interesaba. La verdad es que es impresionante. Es una buena parada aunque yo me achicharré caminando por allí. El calor ese día fue muy intenso.