Congo, su lucha anti extrativista y cómo no terminar en la boca de un elefante en la selva africana

Por Montuno

Para llegar al Congo se requiere de un espíritu de despojo verdadero, o sea, deshacerse de los miedos y de las malas ideas que nos han metido en la cabeza. Así llegué, invitado por el 11th Hour Project para compartir la experiencia de Casa Pueblo en un taller de trabajo con organizaciones y ONG’s -principalmente de la vecina República Democrática del Congo- donde sólo el 9% de la población tiene acceso a la energía eléctrica. Ambas son repúblicas jóvenes vecinas y separadas por el Río Congo, que después del Amazonas, es el río más caudaloso del mundo.

En el taller, además de congoleños y congoleñas, compartimos entre otros con representantes de Camerún, Senegal y África del Sur. Fue ahí que conocí por voz directa de luchadores de derechos humanos sobre Virunga y su histórico Parque Nacional, donde la cultura extranjera colonial y extractivista del petróleo coloca la zona en un conflicto devastador. Es impresionante y doloroso el conflicto en esta zona de vida única y especial.

Un asunto que merece mucha atención es cómo una hidroeléctrica comunitaria, el acceso a la energía renovable y la capacidad de hacer trabajos que agregan valor añadido con turismo ecológico representan una ruta de desarrollo local alternativo al afán foráneo de explotación. Aquellos que quieran conocer mejor, en Netflix puede encontrar el documental Virunga (Nat Geo).

De este viaje me llevo muchas lecciones, amistades y otros compromisos que, más que contar, debo integrar al quehacer comunitario. Fui a presentar lo que hacemos en Casa Pueblo como un referente de cambio pero, al final del día, terminé siendo el estudiante del grupo.

Llegar al Congo no solo requiere descartar advertencias de amigos y familiares, sino también tramitar -con tiempo- una visa de entrada, tener evidencia de vacunaciones contra la fiebre amarilla y el covid, tomar preventivamente malarone para prevenir la malaria y andar con medicamentos que pudieran auxiliar en la ruta como para un resfriado, manejo de infecciones por ingesta de alimentos o agua. En mi caso, fui y regresé ileso. Confieso que sentía más empatía y seguridad allí que en muchos lugares de Arizona o Florida.

Pero ir al Congo, a cualquiera de los dos, y no adentrarse en la selva sería un viaje a medias. Wild Safari Tours, de gestión local por Ibalank Emerancy Francel, me organizó una visita al Parque Nacional Odzala-Kokoua para, entre otras cosas, encontrarme con la selva y algunos de sus habitantes como son sus gorilas occidentales de llanura, la especie de cocodrilos de hocico delgado en peligro de extinción, antílopes, búfalos y una dominante y espectacular población de elefantes de bosque. Este lugar -Reserva de la Biósfera desde 1977- es uno de los parques más antiguos de toda África.

¿Qué necesitas saber? La empresa de turismo local es fundamental para lograr una experiencia cabal. Aunque el lenguaje para personas como yo es una barrera pues la mayoría habla francés como segundo idioma, algunos hablan inglés con dificultades como las nuestras. Quizás no es evidente en la coordinación, pero luego del viaje cobran sentido muchas cosas que no te explican.

Un choque inicial son los altos costos de la expedición y pagar en efectivo con billetes altos en buenas condiciones (no aceptan tarjetas de crédito aún). Sin embargo, el recorrido desde la capital Brazzaville al Parque Nacional son 10 horas por una buena ruta. Desde el combustible, la necesidad de dos conductores, un buen vehículo todo terreno que sufrirá mucha tensión en la ruta y durante las trayectorias en la reserva por caminos de tierra, guías intérpretes en el bosque, los que cocinan y atienden las habitaciones, los que se bajan y cortan un árbol que de repente bloquea un camino, costos de entrada al parque, 5% para la comunidad y la importancia de tener pocos visitantes para una buena experiencia (8 personas máximo en el campamento) explican el costo de $2,500 para 3 noches y 4 días. Además, es importante valorar las actividades de turismo de conservación como contraste a la economía de la extracción y exportaciones de recursos no renovables.

Mientras menos extranjeros haya en la periferia de la selva, mejor será la experiencia. Debe ser paciente, hacer silencio disciplinadamente y evitar el uso de lociones o perfumes que generen olores para los animales, pues éstos pueden olfatearlo con gran habilidad desde la distancia. Por ejemplo, usé repelente de mosquitos y, cuando un elefante mella’o, o sea, con un solo colmillo, entró a una de las bahías o planicies abiertas, inmediatamente se percató de que algo extraño acechaba. Desde el punto de observación a 80 metros de distancia, quedamos maravillados por la entrada de aquel paquidermo, seguido por una postura de movimientos defensivos que incluía elevar la trompa para orientarla como el periscopio de un submarino buscando dar con la fuente. Este encuentro en el mirador de MOBA, a una hora de distancia en camioneta del campamento base, y tras una caminata de 15 a 20 minutos por el espeso bosque, ocurrió tras casi una hora de observación sin que ningún animal se presentara.

Paciencia, silencio y disfrute total de la tranquilidad de la selva, de eso se trata. Entró, danzó con la trompa alzada y se retiró rápidamente el enorme elefante, que parece perdió uno de sus colmillos en una de esas batallas del paquidermismo machista ‘tóxico’ fundamental en el proceso de selección natural selvática. Unos minutos después entraría una elefanta con tres crías para tomar agua y divertirse en la piscina central. Una de las crías hizo vigilancia acercándose, hasta que se percató de nuestra presencia y salió corriendo a toda prisa para acercarse a su mamá y hermanos.

El final de la velada coincidió con la entrada de la noche. Con linternas en la frente habría que hacer la caminata de regreso al camino principal. ¿Qué tal si nos topamos con uno o varios elefantes en medio de la oscuridad? ¿Un búfalo o leopardo? La incertidumbre y los riesgos le añaden mucho a la experiencia. Al día siguiente regresaríamos temprano por la misma ruta desde donde sus huellas frescas y recurrentes evidencian quiénes gobiernan la zona.

Desde la capital Brazzaville, la ruta por la carretera a Odzala-Kokoua te muestra una cara importante del modo de vida congolés con aldeas, pueblos y actividades dominantes retratadas a través de la ventanilla del vehículo. Conmueve mirar los rostros de su gente. Niños y niñas felices de camino a la escuela, mujeres y hombres trabajando, las caras de la pobreza, de la necesidad y de los deseos de vivir Construcciones en paja, madera, barro, ladrillo y zinc dominan una arquitectura pintoresca llena de simpleza y humildad. Solo al llegar a Edou -pueblo de origen del ahora presidente- y en otras instancias más, destacarían estructuras grandilocuentes como un absurdo mega aeropuerto que debió costar una fortuna, pero que no guarda proporción alguna con el escaso tráfico aéreo. Enormes edificios de cemento armado así como viviendas para familias pudientes contrastan marcadamente con el resto del paisaje.

Salimos a las 5:00 de la mañana para llegar a eso de las 3:00 de la tarde al portón de la Reserva. En Odzala-Kokoua cabe un Puerto Rico y medio. Guardabosques armados custodian la reserva, que opera como una especie de estructura de co-manejo. Esa tarde fuimos cansados al mirador de Imbalanga a 10 minutos caminando del campamento. Sólo pudimos ver un antílope y un águila africana, pero salí pensando un poco que todo era un tanto performático, inclusive cuando me pidieron no caminar solo y mucho menos salir en la noche. Viniendo yo del campo, donde nuestros bosques guardan ciertas similitudes con esta reserva, pensé que exageraban algo, tal vez por eso de darle una cierta mística de peligrosidad a la experiencia.

En la noche, fui el único poblador del campamento. Los guías y trabajadores duermen a una distancia considerable y debo confesar que los sonidos extraños del bosque con los silencios sin coquíes boricuas intimidaban. A la mañana siguiente, regresamos al punto de observación donde apenas divisamos algunas aves. Pero la paciencia y la suerte se entrecruzan en expediciones como esta. Al terminar el almuerzo, regresó Plaisance Vladimir, un joven guía local que gracias a la divina providencia no es un cazador, de lo contrario, no habría vida silvestre en la zona. Plaisance no habla español ni francés pero es un gran ser humano que lee y habla con la mirada. Sabía o percibía que no andaba convencido. “Dile que venga, que hay un gorila en la bahía”, le dijo a Ibalank y de ahí bajamos a toda prisa en silencio. Con esas ideas contaminadas de la desconfianza que se vive en nuestro país pensaba: “cuando llegue, me dirá que se fue”. Pero no, allí estaba el gorila y estuvo cerca de una hora para ser admirado. Mientras lo espiaba por binoculares era imponente ver su mirada fija sobre la mía. Nos hicimos amigos sin que lo supiera (o quizás sí).

Al regreso, Ibalank hizo una señal de alto, percibió un olor rancio que luego era evidente para mí mientras se escuchaban sonidos del crujir de ramas como bajando de los árboles. Pensé con cierto temor que serían los verdaderos amigos del gorila que nos habían emboscado. Ibalank no tenía miedo pero su preocupación estaba escrita en todo su rostro. Me pidió retroceder, todo en silencio. Al rato era evidente que el sonido se alejó y pudimos regresar, no sin antes ver en la vereda estrecha las huellas recientes de un elefante. La posibilidad de toparse con uno allí es muy alta y la desventaja de un encuentro que asuste o provoque al animal la lleva el forastero. En ese momento se hizo evidente la importancia de interpretar los sonidos y leer los olores del lugar, las advertencias por los peligros del bosque son muy reales y ejercer prudencia es la mejor estrategia.

A partir de ahí veríamos los elefantes en el mirador de MOBA, caminaríamos en la noche y regresaríamos al día siguiente con muy poca suerte porque se nos unieron cuatro turistas jóvenes franceses que hablaban mucho y estaban cargados de olores de perfumes y desodorantes encima. Desde el primer día había comentado mi interés de hacer senderismo y así hicimos, nos iríamos desde MOBA por el medio de la selva donde transitan los elefantes hasta llegar dos horas más tarde a Lokoué, uno de los ríos principales del parque. Allí embarcamos en un recorrido donde habitan cocodrilos muy particulares y en peligro de extinción. Como la selva mantiene las riberas del río ocupadas por una densa vegetación a ambos lados, los cocodrilos de hocico delgado posan sobre las ramas para tomar el sol. Vimos varios, uno o una se dejó hasta retratar antes de saltar al agua cuando nos acercamos.

A la vuelta de ver una manada de búfalos coincidimos con un joven elefante en el río. El animal decidió regresar a la selva y corrió por más de 300 metros para luego salir al río nuevamente pensando que nos había dejado atrás. Lo que desconocía el primo en libertad de Mundi -la elefanta boricua- era que Plaisance Vladimir estaba guiando la expedición con señales desde la parte delantera del bote al operador en la parte de atrás. Navegamos hasta toparnos cara a cara. Con una agilidad impensable, el elefante sorprendido nadó hasta cruzar el río. Sin embargo, la densa vegetación no le permitió subir a tierra firme para seguir camino. Entonces, dio un giro súbito dentro de las ramas que lo ocultaron momentáneamente para, asustado e irritado, emprender con su nado hacia la embarcación. Por supuesto que nos alejamos para guardar distancia y ofrecerle una tregua. Finalmente regresó a la orilla inicial donde el agua le cubría un poco más de la mitad de su cuerpo. Desde allí, eran evidentes sus gestos de guerra. El guía quiso acercarse nuevamente a pesar del asombro y la preocupación compartida. Mientras esto ocurría, el motor de la lancha, como un carrito viejo, se apagó. Nos quedamos mirando fijamente: él cansado, nosotros maravillados y nerviosos. Entonces, el elefante decidió usar sus energías para cruzar nuevamente el río y buscar salida a la selva. Lo logró.

Nosotros regresamos a tierra sabiendo que vivimos un encuentro poco común. Paciencia, suerte y disciplina son ingredientes que se juntan en estas exploraciones. Regresé a Brazzaville feliz y recargado, sintiendo a la vez un privilegio mayor, con nuevas responsabilidades por lo vivido.

Quiero regresar pero a Virunga, en el otro Congo, cuando las condiciones lo permitan. En ese entonces, espero me acompañe Mari Mari porque Siempre te quieres ir.

CONGO 2023

Para llegar al Congo se requiere de un espíritu de despojo verdadero, o sea, deshacerse de los miedos y de las malas ideas que nos han metido en la cabeza. Así llegué, invitado por el 11 Hour Project para compartir la experiencia de Casa Pueblo en un taller de trabajo con organizaciones y ONG’s principalmente de la vecina República Democrática del Congo donde sólo el 9% de la población tiene acceso a la energía eléctrica. Pero ir al Congo, a cualquiera de los dos, y no adentrarse en la selva sería un viaje a medias.

REPÚBLICA DEL CONGO

SU LUCHA ANTI EXTRACTIVISTA Y CÓMO NO TERMINAR EN LA BOCA DE UN ELEFANTE EN LA SELVA AFRICANA

6/1/2023